Colelitiasis (piedras en la vesícula)
La vesícula biliar es una pequeña bolsa que se encuentra entre el hígado y el intestino. Se encarga de almacenar la bilis producida por el hígado (un líquido que facilita la absorción de algunos alimentos) y que será necesario enviar hacia el intestino cuando lleguen alimentos después de una comida. El conducto que une el hígado con el intestino se llama colédoco y es al colédoco donde la vesícula vacía su contenido. El páncreas también vacía su contenido en el colédoco.
La colelitiasis es la formación de piedras (cálculos) en el interior de la vesícula biliar. En muchas ocasiones no producen ningún tipo de problemas y son diagnosticadas de forma accidental, al hacerse una radiografía del abdomen o una ecografía. En otras ocasiones, sin embargo, pueden producir diversas complicaciones.
La colecistitis es una infamación de la vesícula. En la mayoría de los casos, la colecistitis se produce por cálculos biliares que obstruyen el tubo que sale de la vesícula. Otras causas de la colecistitis comprenden problemas con el conducto biliar, tumores, enfermedades graves y ciertas infecciones. Si no se trata, la colecistitis puede producir complicaciones graves que, a veces, pueden poner en peligro la vida, como la rotura de la vesícula. El tratamiento de la colecistitis suele consistir en la extirpación de la vesícula.
No se conocen adecuadamente las causas para que se formen piedras en la vesícula, pero se ha observado que se fabrican con más frecuencia en mujeres, sobre todo si han recibido tratamiento con anticonceptivos orales o si han tenido varios hijos, personas obesas o que tienen una brusca pérdida de peso entre otras.
En general, los cálculos pueden:
– No producir síntomas. Los pacientes se encuentran asintomáticos y las piedras se descubren por casualidad. La posibilidad de que estas personas desarrollen complicaciones a lo largo de su vida es pequeña. No hay muchos estudios pero se estima que tan sólo 1 de cada 5 (20%) desarrollará alguna clínica relacionada con las piedras durante el resto de su vida.
– Cólico biliar. Consiste en un dolor intenso, a veces sordo, en la región superior derecha del abdomen, en ocasiones irradiado hacia la zona del estómago, hacia la espalda o hacia el hombro derecho, y generalmente acompañado de náuseas y vómitos. Se produce como consecuencia de que una de las piedras del interior de la vesícula intenta salir, consiguiéndolo o no. Generalmente la piedra obstruye parcialmente la salida de bilis de la vesícula y es lo que produce el dolor. El cólico biliar puede aparecer después de una comida grasa copiosa y puede durar unos minutos o varias horas.
– Coledocolitiasis. La piedra al salir de la vesícula llega al colédoco donde puede quedar atrapada obstruyendo la salida de la bilis, de las secreciones del hígado y, a veces, de la secreción de jugos pancreáticos. Como consecuencia de ello puede haber daño del hígado y del páncreas (pancreatitis). Clínicamente produce el mismo dolor y vómitos que el cólico biliar pero puede verse que el paciente está algo amarillo (ictericia)y que la orina es más oscura.
– Pancreatitis aguda. La piedra, al taponar el colédoco, impide también la salida de líquido desde el páncreas ocasionando su inflamación.
– Colecistitis. La piedra impide la salida de bilis desde la vesícula la cual se inflama. El dolor se prolonga en el tiempo durante horas y suele asociarse fiebre y malestar general.
Muchos pacientes con piedras en la vesícula refieren una serie de síntomas vagos como digestiones pesadas, pesadez de estómago, dificultad para hacer la digestión, flatulencia, eructos frecuentes, etc. Estos síntomas no están relacionados con la presencia de colelitiasis y, en general, no deben motivar ningún tratamiento concreto.
El diagnóstico de colelitiasis se realiza mediante ecografía, observándose piedras en el interior de la vesícula. La ecografía también sirve para diagnosticar las posibles complicaciones, si bien a veces es necesario realizar otras técnicas como un TAC o una colangiografía.
La mayoría de pacientes que tienen colelitiasis y están asintomáticos no tendrán nunca ningún síntoma. Los pacientes que presentan síntomas como consecuencia de los cálculos, o que han tenido alguna complicación (coledocolitiasis, colecistitis, pancreatitis), pueden evolucionar bien durante la complicación pero tienen un riesgo muy alto de presentar una nueva complicación en el futuro, por lo que es recomendable que se operen.
En general, y cuando en ese momento no existe una complicación, la colelitiasis se opera mediante cirugía laparoscópica (colecistectomía laparoscópica). La colecistectomía tradicional abriendo el abdomen se realiza únicamente cuando existen dificultades o contraindicaciones para realizar una colecistectomía laparoscópica (por ejemplo cirugías de abdomen previas con múltiples cicatrices, problemas de coagulación, alteraciones anatómicas, etc.) o cuando ya se ha intentado ésta y no se ha podido realizar por cualquier motivo. Nuestro equipo lleva a cabo el tratamiento quirurgico de esta patología mediante laparoscopia convencional (link a cirugía laparoscópica), laparoscopia con mini-instrumentos, laparoscopia por puerto único umbilical, Cirugía Láser y mediante cirugía asistida por robot Da Vinci.
Coledocolitiasis
La vesícula biliar es una bolsa del tamaño de una pera que se encuentra debajo del hígado y almacena bilis. La bilis es producida por el hígado y ayuda a digerir las grasas. Algunas veces, el colesterol presente en la bilis se acumula y forma cristales gruesos (barro biliar) o piedras (cálculos biliares). Estas piedras pueden atascarse en la vesícula biliar, en el conducto que va de la vesícula biliar al conducto mayor (conducto cístico), o en el conducto mayor que va del hígado y la vesícula al intestino (conducto biliar común o colédoco). La coledocolitiasis ocurre cuando un cálculo biliar bloquea el conducto biliar y no permite que la bilis fluya, haciendo que esta se acumule en el hígado. Aproximadamente 1 de cada 7 personas con cálculos biliares padecen cálculos en el conducto colédoco.
Si bien la coledocolitiasis puede cursar sin síntomas (si la obstrucción del colédoco es muy leve), lo habitual es que la obstrucción del conducto produzca dolor tipo cólico (un dolor similar al típico cólico de vesícula) en la parte alta y derecha del abdomen acompañado de ictericia (coloración amarillenta de la piel y de los ojos), y coluria (coloración oscura de la orina). Si la obstrucción del conducto condiciona además una contaminación bacteriana, aparecerá una colangitis (infección de la bilis) que generalmente provocará mal estado general, fiebre, escalofríos y tiritona.
En ocasiones la coledocolitiasis produce un cuadro de inflamación del páncreas (pancreatitis). La inflamación del páncreas se origina cuando el cálculo obstruye también el conducto del páncreas antes de ser expulsado al duodeno
Ante los síntomas y signos descritos anteriormente es muy probable que se le realice una exploración física y unos análisis de sangre (hemograma, pruebas bioquímicas hepáticas, amilasa) que mostrarán alteraciones sugestivas de obstrucción del conducto biliar, infección o sospecha de pancreatitis. Como complemento, se puede necesitar una prueba de imagen que nos muestre signos de obstrucción del colédoco o, mejor, que evidencie cálculos en el colédoco. Para ello, la prueba más sencilla e inocua es la ecografía de abdomen, que en un porcentaje significativo nos confirma el diagnóstico. Sin embargo, esta prueba puede pasar por alto el diagnóstico y, si se mantiene la sospecha le realizaran alguna de estas 2 exploraciones:
- Resonancia magnética de la vía biliar: permite prácticamente en todos los casos confirmar el diagnóstico. Esta prueba es más costosa y precisa de una mayor colaboración del paciente al realizarla.
- Ecoendoscopia: en esta prueba se obtiene la imagen del colédoco mediante un endoscopio especial que realiza una ecografía desde el interior del estómago y duodeno, permitiendo visualizar el colédoco y la existencia de coledocolitiasis de forma nítida, sin interferencias. Esta exploración, al tener un componente endoscópico, es invasiva, molesta y requiere sedación del paciente.
La coledocolitiasis requiere un tratamiento relativamente urgente según la forma de presentación y evolución, principalmente si está presente el componente de infección (colangitis). En la actualidad, existen diferentes estrategias diagnósticas y terapéuticas para abordar la coledocolitiasis, en un intento de que los pacientes con esta afección se beneficien también de un abordaje mínimamente invasivo. Sin embargo, no existe consenso respecto a cuál es el algoritmo de diagnóstico y tratamiento de la litiasis de la vía biliar principal que pueda considerarse el patrón oro o gold standard, y el manejo de esta enfermedad depende hoy día de la experiencia y las posibilidades de disponibilidad tecnológica de cada grupo de trabajo.
El tratamiento más frecuentemente realizado en nuestro país para el manejo de la coledocolitiasis es la colangiopancreatografía retrógrada endoscópica (CPRE), conlleva un riesgo no desdeñable de pancreatitis, hemorragia y perforación duodenal. En los últimos años se dispone de nueva información científica comparando el tratamiento quirúrgico más adecuado en pacientes con coledocolitiasis; dos etapas (CPRE y posterior colecistectomía laparoscópica) frente a una etapa (exploración laparoscópica de la Vía Biliar y colecistectomía). Las conclusiones de estos trabajos orientan hacia el tratamiento en una sola fase. La primera experiencia de litotricia láser en el tratamiento de cálculos se remonta al año 1983. Nuestro equipo lleva a cabo el tratamiento quirurgico de esta patología en un solo tiempo por via endoluminal, con una sola visita al hospital y eventualmente en régimen ambulatorio, utilizando la Tecnologia Láser, Mediante Abordaje Laparoscópico, o Robótico Da Vinci , con un resultado y recuperación postoperatoria muy similar a la colecistectomia laparoscopica simple, ofreciendo un proceso de recuperación similar.
Pólipos Vesiculares
Los pólipos de la vesícula biliar son crecimientos que sobresalen del revestimiento del interior de ésta. No suelen causar síntomas evidentes y a menudo se detectan en estudios de imágen que se realizan por otros motivos. Los pólipos pueden ser malignos, pero rara vez lo son. Aproximadamente el 95 % de los pólipos de la vesícula biliar son benignos.
Las causas de aparición de los pólipos en la vesícula no están del todo claras y no ha conseguido demostrarse de forma científicamente verificada la relación entre determinados factores de riesgo y la presencia de pólipos en la vesícula. Sin embargo, si pueden señalarse distintos factores que deben prevenirnos ante la sospecha de complicaciones en el tratamiento de los pólipos en la vesícula. Estos factores son la edad de los pacientes superior a 60 años, la presencia de cálculos biliares y tamaño del pólipo superior a 6 mm sobre todo del tipo solitario y sésil.
El diagnóstico de la gran mayoría de los pólipos en la vesícula biliar se realiza de forma accidental ante la realización de una prueba de imagen para el estudio de alguna alteración del abdomen. Esto ejemplifica la dificultad para el diagnóstico de los mismos y la escasa repercusión clínica que presentan estas entidades.
La ecografía es la técnica de elección para mostrar la lesión de la vesícula biliar. El mayor uso de la ecografía en pacientes en los que se sospecha cálculos biliares ha aumentado la tasa de detección de pólipos vesiculares. Permite ubicarlos y detectar cambios en el seguimiento. A pesar de ello, mediante este examen es difícil definir la naturaleza de los pólipos vesiculares siendo necesario, en el caso de los pólipos con características más sospechosas el complemento a la ecografía mediante la realización de una resonancia magnética nuclear (RMN) o TAC.
El tamaño del pólipo puede ayudar a predecir si es maligno o benigno. Los pólipos pequeños de la vesícula biliar que miden menos de 10 milímetros de diámetro tienen pocas probabilidades de ser malignos y, generalmente, no requieren tratamiento. Sin embargo, incluso en el caso de pólipos más pequeños, se pueden requerir exámenes de seguimiento para detectar cambios que puedan indicar malignidad. Esto se suele hacer mediante una ecografía abdominal estándar o, con menor frecuencia, mediante una ecografía endoscópica o una tomografía computarizada. Si un pólipo de la vesícula biliar crece 2 milímetros o más, puede recomendarse la extirpación quirúrgica de la vesícula biliar (colecistectomía).
Los pólipos de la vesícula biliar de más de 10 mm de diámetro tienen más probabilidades de ser malignos o de convertirse en cáncer con el tiempo y los de más de 18 mm de diámetro pueden presentar un riesgo significativo de ser malignos. El tratamiento de los pólipos más grandes de la vesícula biliar incluye la extirpación quirúrgica de esta (colecistectomía). Una vez más, los pólipos malignos son extremadamente raros. Solo alrededor del 5 % de los pólipos de la vesícula biliar lo son.
También se puede recomendar una colecistectomía si el paciente presenta un pólipo de la vesícula biliar de cualquier tamaño además de cálculos biliares o un pólipo de más de 8 mm en presencia de una afección médica conocida como colangitis esclerosante primaria. Nuestro equipo lleva a cabo el tratamiento quirurgico de esta patología mediante Laparoscopia Convencional, laparoscopia con mini-instrumentos y mediante cirugía asistida por Robot Da Vinci.
Tumores Hepáticos
El hígado es el órgano interno más grande de su cuerpo. Se encuentra debajo de las costillas de su lado derecho justo bajo el pulmón derecho, y tiene dos lóbulos (secciones). Está compuesto principalmente por células que se llaman hepatocitos y tiene también otros tipos de células, incluyendo células que revisten sus vasos sanguíneos y las células que revisten los conductos pequeños en el hígado que se llaman conductos biliares. Los conductos biliares llevan bilis desde el hígado a la vesícula biliar o directamente a los intestinos.
Los tumores de hígado están formados por células malignas que se desarrollan en pacientes que tienen enfermedades hepáticas. Estas patologías tienen diferentes estadios, siendo la cirrosis uno de los más avanzados y la enfermedad que tiene una mayor probabilidad de acabar desarrollando en un cáncer de hígado.
En primer lugar debemos aclarar que, en el hígado puede haber tumores malignos o benignos.
* Tumores hepáticos benignos
Los tumores benignos no tienen ningún potencial de convertirse en cáncer. Aquí podemos encontrar tumores como los quistes complejos, hemangiomas, los adenomas o hiperplasia nodular focal, teniendo cada uno características que nos ayudan a diferenciarlos y a aplicarles un tratamiento específico.
* Tumores hepáticos malignos
Por otro lado, encontramos los tumores malignos denominados “primarios” que se producen específicamente en el hígado, y los “secundarios” que son tumores que se encuentran en otros órganos y se diseminan al hígado. Algunos de estos tumores malignos son el hepatocarcinoma (el tumor primario más frecuente), las metástasis de otros tumores sobre el hígado (patología más común que se asienta en este órgano) o el colangiocardinoma.
Normalmente los tumores benignos en el hígado no presentan síntomas hasta que llegan a desarrollar un tamaño grande pues, debido a su localización, no empiezan a provocar molestias hasta que no han crecido lo suficiente. En general los tumores pequeños casi no producen síntomas.
En el caso de los tumores malignos suelen producir dolor cuando tienen un tamaño considerable. La mayoría de estos tumores se suelen encontrar accidentalmente mediante la realización de pruebas por otros motivos o patologías. Las pruebas que nos ayudan normalmente a detectar este tipo de lesiones son las ecografías, tomografías o una resonancia magnética enfocada en el abdomen con énfasis en el hígado.
La mayoría de los tumores benignos no tienen necesidad de ser extirpados pues normalmente no tienen potencial de convertirse en cáncer y solamente son intervenidos cuando producen síntomas, es decir, dolor o compresión de otros órganos. En el caso de los adenomas, a pesar de ser tumores benignos, tienen la probabilidad de convertirse en cáncer en un futuro, un caso en el que sí estaría indicado extirparlo.
Respecto al tratamiento de los tumores malignos va a depender de diferentes factores:
– Tamaño de la lesión.
– Localización del tumor.
– Estadio en el que se diagnostica la enfermedad.
En función de estos tres aspectos los tratamientos más comunes son las cirugías abiertas o aquellas realizadas por laparoscopia. Los tumores más pequeños y localizados en la periferia del hígado se pueden tratar con técnicas menos invasivas. En una fase inicial se suelen considerar tratamientos quirúrgicos o tratamientos guiados por la imagen, y cuando la enfermedad es más avanzada se pasa a tratamientos sistémicos que son aquellos que intentan frenar la progresión de la enfermedad. Nuestro grupo cuenta con amplia experiencia en la extirpación de este tipo de lesiones tanto por vía Laparoscópica Convencional como por Cirugía Robótica.
Tumores de Páncreas
El cáncer de páncreas es uno de los tumores más agresivos del tracto digestivo. La posición del páncreas en el organismo, por detrás de estómago y colon y en íntimo contacto con importantes estructuras abdominales como el duodeno, la vía biliar, las arterias y venas intestinales o la aorta, hace que el tumor invada otros órganos y se extienda con rapidez.
El cáncer de páncreas rara vez se detecta en sus etapas iniciales, cuando es más curable. Esto se debe a que a menudo no causa síntomas hasta después de que se ha diseminado a otros órganos.
Los principales tipos de tumores pancreáticos son:
- Cáncer de páncreas
Los cánceres exocrinos son con diferencia, el tipo de tumor maligno de páncreas más común. Cuando se habla de cáncer de páncreas, generalmente nos referimos a un cáncer de páncreas exocrino.
-El adenocarcinoma pancreático representa aproximadamente el 95% de los cánceres de páncreas exocrino. Generalmente, estos cánceres se originan en los conductos del páncreas. Con menos frecuencia, se forman a partir de las células que producen las enzimas pancreáticas. En este caso se les llama carcinomas de células acinares. Los otros tipos de cáncer de páncreas exocrino menos comunes incluyen a los carcinomas adenoescamosos, carcinomas de células escamosas, carcinomas de células en anillo de sello, carcinomas indiferenciados, y carcinomas indiferenciados con células gigantes.
-El cáncer ampular (carcinoma de la ampolla) se origina en la ampolla de Vater, el lugar donde la vía biliar y el conducto pancreático se unen y desembocan en el intestino delgado. Los cánceres ampulares no son propiamente cánceres pancreáticos, pero se incluyen en esta área porque se tratan de maneras muy similares. Los cánceres ampulares a menudo obstruyen el conducto biliar cuando aún son pequeños y no se han extendido mucho. Este bloqueo causa que la bilis se acumule en el cuerpo, lo que ocasiona que la piel y los ojos adquieran un color amarillento (ictericia). Por esta razón, estos cánceres por lo general se detectan más temprano que la mayoría de los cánceres pancreáticos, y usualmente el pronóstico es mejor.
- Tumores benignos y precancerosos en el páncreas
Algunos crecimientos en el páncreas son simplemente benignos (no tumorales), mientras que otros se convierten en cáncer con el paso del tiempo si no reciben tratamiento (conocidos como precánceres). Estos tipos de tumores pancreáticos se detectan con más frecuencia debido a que en la actualidad se realizan más estudios por imágenes, como las tomografías computarizadas, por una serie de razones. Entre ellos figuran:
-Neoplasias quísticas serosas (SCN): También conocidos como cistadenomas serosos, son tumores que tienen sacos (quistes) llenos de líquido. Estos tumores casi siempre son benignos, y la mayoría no necesita tratamiento a menos que aumenten mucho de tamaño o causen síntomas.
-Neoplasias quísticas mucinosas (MCN): También conocidos como cistadenomas mucinosos, son tumores de crecimiento lento que tienen quistes llenos de una sustancia de aspecto gelatinoso llamada mucina. Estos tumores casi siempre ocurren en las mujeres. Aunque no son malignos, algunos de ellos pueden progresar con el paso del tiempo hasta convertirse en cáncer si no se recibe tratamiento. Por lo tanto, estos tumores generalmente se tratan mediante cirugía.
-Neoplasias papilares mucinosas intraductales (IPMN): Son tumores benignos que crecen en los conductos pancreáticos. Al igual que las neoplasias quísticas mucinosas (MCN), estos tumores producen mucina, y algunas veces se convierten en cáncer con el paso del tiempo si no se recibe tratamiento. Algunos de estos tumores simplemente se pueden mantener bajo observación minuciosa, pero puede que sea necesario extraer algunos de ellos mediante cirugía si tienen ciertos rasgos, como por ejemplo, si se encuentran en el conducto principal del páncreas.
-Neoplasias sólidas pseudopapilares (SPN): Son tumores poco comunes, de crecimiento lento que casi siempre ocurren en mujeres jóvenes. Aun cuando estos tumores suelen crecer lentamente, a veces se pueden propagar a otras partes del cuerpo. Por lo tanto, el mejor tratamiento consiste en cirugía. El pronóstico para las personas con estos tumores a menudo es muy favorable.
Los signos y síntomas del cáncer de páncreas en general no se presentan hasta que la enfermedad está avanzada. Pueden incluir:
- Dolor abdominal que se irradia hacia la espalda
- Pérdida de apetito o pérdida de peso involuntaria
- Color amarillento en la piel y en la parte blanca de los ojos (ictericia)
- Heces de color claro
- Orina de color oscuro
- Picor en la piel
- Diagnóstico reciente de diabetes o diabetes existente que se vuelve más difícil de controlar
- Coágulos sanguíneos
- Fatiga
El diagnóstico en fases precoces de la enfermedad es a veces difícil. Cuando aparece ictericia, además de los análisis de sangre, la exploración inicial más adecuada para el diagnóstico es la ecografía. En la mayoría de los casos, será necesaria la realización de una TAC abdominal (scanner), que permite un correcto diagnóstico y valorar el grado de extensión de la enfermedad. Especialmente, si no se puede operar, se deberá realizar la toma de una muestra para confirmar el diagnóstico. Esta biopsia se puede realizar a través de una endoscopia digestiva o, en su caso, ecoendoscopia, o mediante una punción-aspiración con aguja fina (PAAF), que se dirige a la zona que se desea con control radiológico.
el estó Permite saber cuándo se producen los episodios de reflujo, cuánto tiempo duran y si se relacionan o no con los síntomas.
El único tratamiento curativo del cáncer de páncreas es la cirugía. En la cirugía para el cáncer de páncreas, puede extraerse todo el páncreas o parte de él, según la ubicación y el tamaño del tumor dentro del páncreas. A menudo, se extirpa también un área de tejido sano alrededor del tumor. Esto se denomina un margen. El objetivo de la cirugía es lograr “márgenes limpios” o “márgenes negativos”, lo que significa que no hay células cancerosas en el borde del tejido sano extirpado. Es una cirugía relativamente larga y con un postoperatorio en ocasiones complejo. Hoy en día, la mortalidad de la intervención es prácticamente nula. Nuestro grupo cuenta con amplia experiencia en la extirpación de este tipo de lesiones tanto por vía laparoscópica convencional (link a cirugía laparoscópica) como por cirugía robótica (link a cirugía robótica).
En los últimos años se han desarrollado tratamientos de quimioterapia y radioterapia como complementarios de la cirugía, tanto antes como después de la intervención.
Pancreatitis
La pancreatitis es la inflamación del páncreas. El páncreas es una glándula larga y plana que se ubica detrás del estómago, en la parte superior del abdomen. El páncreas produce enzimas que colaboran con la digestión y hormonas que ayudan a regular la manera en que el cuerpo procesa el azúcar (glucosa).
La pancreatitis aguda consiste en una inflamación aguda, de inicio repentino, de más o menos intensidad, en la que, tras el episodio, se recupera la forma y la función de la glándula por completo. Las dos causas más frecuentes son las piedras en la vesícula biliar (colelitiasis) y el consumo excesivo de alcohol y de tabaco. Otros menos frecuentes son algunos medicamentos,infecciones, traumatismos abdominales por un accidente, alteraciones congénitas de los conductos del páncreas, aumento mantenido del calcio o de las grasas en la sangre, algunas intervenciones quirúrgicas, o una endoscopia del páncreas o conductos biliares.
La pancreatitis crónica es una inflamación progresiva del páncreas, que da lugar a su destrucción, provocando la pérdida de sus funciones principales: alteración de la absorción de los alimentos (malabsorción) y aumento de los niveles de azúcar en la sangre (diabetes). La causa más frecuente es el alcohol, que da lugar al 70-90% de los casos. Entre 10 y 30% de los casos no se encuentra la causa. El tabaco también contribuye al desarrollo de una pancreatitis crónica. Una pequeña parte de estos casos de pancreatitis crónica tiene relación familiar (pancreatitis crónica hereditaria).
El síntoma primordial que se encuentra presente en más del 95% de los casos de pancreatitis aguda es el dolor abdominal. Suele tratarse de un dolor mal tolerado, de intensidad moderada o severa, situado en la parte alta o media del abdomen, de disposición en barra, que se transmite como un puñal hacia la espalda. Este dolor suele tener un comienzo preciso y así lo relata el paciente o su familia.
Otros síntomas muy frecuentes, presentes hasta en el 80 ó 90% de los casos, son las náuseas y los vómitos, inicialmente alimenticios y posteriormente acuosos o biliosos. Otros dos síntomas también comunes, aunque algo menos frecuentes son la febrícula y la distensión abdominal.
Las pruebas y los procedimientos utilizados para diagnosticar la pancreatitis incluyen:
- Análisis de sangre para detectar niveles elevados de enzimas pancreáticas, junto con glóbulos blancos, función renal y enzimas hepáticas
- Ecografía abdominal para detectar cálculos biliares e inflamación del páncreas
- Exploración por tomografía computarizada para detectar cálculos biliares y evaluar el grado de inflamación del páncreas
- Resonancia magnética para detectar anomalías en la vesícula, el páncreas y los conductos
- Ecografía endoscópica para detectar inflamación y bloqueos en el conducto pancreático o el conducto biliar
- Análisis de heces en casos de pancreatitis crónica para medir los niveles de grasa, que podrían indicar que el aparato digestivo no está absorbiendo los nutrientes de manera adecuada
La primera medida es dejar el enfermo en dieta absoluta, y empezar a administrar sueros por vena, a la vez que se utilizan calmantes para el dolor. En los casos leves no serán necesarios más tratamientos, y en unos días el enfermo se recuperará totalmente.
En los casos más graves, los enfermos deben ingresar a una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), para controlar y poder evitar con mayor efectividad la aparición de fallo de órganos. Si la causa de la pancreatitis es por piedras en la vesícula, la cirugía es necesaria, una vez recuperado del episodio. En los casos que haya una piedra atascada en el conducto que lleva la bilis del hígado al intestino delgado, llamado colédoco, se requiere una intervención que permita sacar la piedra y solucionar dicha obstrucción.
En los casos que haya colecciones infectadas o necrosis del páncreas, también puede ser necesaria la intervención o un drenaje guiado radiológicamente, a través de la piel, o interno guiado por endoscopia, para limpiar los tejidos infectados.
NUESTROS PACIENTES OPINAN
Nuestro objetivo es alcanzar los mejores resultados cumpliendo las expectativas de nuestros pacientes
Me sometí a una cirugía asistida por robot por un tumor en el hígado. Sólo puedo agradecer el trato y el cariño del Dr. Jiménez de los Galanes durante todo el proceso
Un cirujano absolutamente espectacular. Me operó de un quiste hidatídico hace 11-12 años y fue todo a las mil maravillas.
Un trato inmejorable durante el año anterior de pruebas y tratamiento así como la operación.
En pocas ocasiones me he sentido tan bien atendido por un médico como él
Es un cirujano totalmente recomendable. En mi caso, me operó de piedras en la vesícula por el ombligo y estoy muy contenta