Divertículos
Los divertículos son una especie de pequeñas bolsas abultadas que se pueden formar en el revestimiento del sistema digestivo. Generalmente, se encuentran en la parte inferior del intestino grueso (colon). Los divertículos son comunes, en especial después de los 40 años, y rara vez causan problemas.
La presencia de divertículos se conoce como diverticulosis. La mayoría de las personas con diverticulosis no presentan síntomas. Si su diverticulitis causa síntomas, estos pueden incluir distensión abdominal, estreñimiento o diarrea, calambres o dolor en la parte baja del abdomen.
Cuando una o más de estos divertículos se inflaman, y en algunos casos se infectan, esa afección se conoce como diverticulitis. La diverticulitis puede causar dolor abdominal intenso, fiebre, náuseas y un cambio marcado en tus hábitos intestinales. La diverticulitis leve se puede tratar con reposo, cambios en la alimentación y antibióticos. La diverticulitis grave o recurrente puede requerir cirugía.
Los diverticulos suelen diagnosticarse durante un ataque agudo. Como el dolor abdominal puede indicar varios problemas, es necesario descartar otras causas de los síntomas. Se debe comenzar con una exploración física y revisar el abdomen para detectar sensibilidad. Habitualmente, las mujeres también se someten a un examen pélvico para descartar una enfermedad pélvica.
Para confirmar la sospecha diagnóstica de diverticulosis y dada la necesidad de descartar otras enfermedades orgánicas más graves con síntomas similares, como el cáncer de colon se debe realizar exámenes radiológicos y/o endoscópicos, como el enema opaco o la colonoscopia.
Ante la sospecha clínica de diverticulitis, los métodos diagnósticos más fiables y seguros son la tomografía axial computerizada (TAC) y la ecografía. Cuando ha pasado la fase aguda de la inflamación, es conveniente realizar una colonoscopia para confirmar el diagnóstico y descartar otros procesos.
El tratamiento se ajustará a la severidad de los síntomas, así en el caso de diverticulosis asintomática en principio no es necesario el manejo quirúrgico. En el caso de la diverticulitis dependerá de su forma clínica:
– Diverticulitis sin complicaciones
Si los síntomas son leves, es posible que reciba tratamiento oral en el domicilio:
– Antibióticos para tratar la infección, aunque las nuevas pautas establecen que, en casos muy leves, pueden no ser necesarios.
– Una dieta líquida por unos días mientras los intestinos se recuperan. Una vez que los síntomas mejoren, se pueden agregar alimentos sólidos a la dieta de manera gradual.
– Este tratamiento tiene éxito en la mayoría de las personas con diverticulitis sin complicaciones.
– Diverticulitis complicada
Es probable que se requiera ser hospitalizado. Generalmente, el tratamiento consiste en lo siguiente:
– Antibióticos por vía intravenosa.
– Si se ha formado un absceso abdominal, la colocación de un tubo para drenarlo.
– Cirugía:
* En caso de una complicación, como un absceso intestinal, fístula u obstrucción, o una punción (perforación) en la pared intestinal
* Si has tenido varios episodios de diverticulitis sin complicaciones
* Si tienes un sistema inmunitario debilitado
– Existen dos tipos principales de cirugía:
* Resección intestinal primaria. El cirujano extirpa los segmentos enfermos del intestino y luego vuelve a conectar los segmentos saludables (anastomosis). Esto permite defecar de manera normal. Según la cantidad de tejido inflamado, puede ser necesaria una cirugía abierta o un procedimiento mínimamente invasivo (laparoscopía).
* Resección intestinal con colostomía. Si la inflamación es tal que resulta imposible volver a conectar el colon con el recto, se realizará una colostomía. Una abertura (estoma) en la pared abdominal se conecta con la parte saludable del colon. Los desechos pasan por la abertura hasta una bolsa. Una vez que la inflamación desaparece, la colostomía se puede revertir y el intestino se vuelve a conectar.
En aquellos casos en los que no es necesaria una intervención quirúrgica urgente, después de un tratamiento conservador exitoso, puede recomendarse una cirugía para prevenir futuros episodios de diverticulitis. La decisión de someterse a cirugía la toma cada paciente convenientemente asesorado por su cirujano y, en general, se basa en la frecuencia de ataques y la existencia de complicaciones.
Tumores de Colon
La vesícula biliar es una bolsa del tamaño de una pera que se encuentra debajo del hígado y almacena bilis. La bilis es producida por el hígado y ayuda a digerir las grasas. Algunas veces, el colesterol presente en la bilis se acumula y forma cristales gruesos (barro biliar) o piedras (cálculos biliares). Estas piedras pueden atascarse en la vesícula biliar, en el conducto que va de la vesícula biliar al conducto mayor (conducto cístico), o en el conducto mayor que va del hígado y la vesícula al intestino (conducto biliar común o colédoco). La coledocolitiasis ocurre cuando un cálculo biliar bloquea el conducto biliar y no permite que la bilis fluya, haciendo que esta se acumule en el hígado. Aproximadamente 1 de cada 7 personas con cálculos biliares padecen cálculos en el conducto colédoco.
Si bien la coledocolitiasis puede cursar sin síntomas (si la obstrucción del colédoco es muy leve), lo habitual es que la obstrucción del conducto produzca dolor tipo cólico (un dolor similar al típico cólico de vesícula) en la parte alta y derecha del abdomen acompañado de ictericia (coloración amarillenta de la piel y de los ojos), y coluria (coloración oscura de la orina). Si la obstrucción del conducto condiciona además una contaminación bacteriana, aparecerá una colangitis (infección de la bilis) que generalmente provocará mal estado general, fiebre, escalofríos y tiritona.
En ocasiones la coledocolitiasis produce un cuadro de inflamación del páncreas (pancreatitis). La inflamación del páncreas se origina cuando el cálculo obstruye también el conducto del páncreas antes de ser expulsado al duodeno
Ante los síntomas y signos descritos anteriormente es muy probable que se le realice una exploración física y unos análisis de sangre (hemograma, pruebas bioquímicas hepáticas, amilasa) que mostrarán alteraciones sugestivas de obstrucción del conducto biliar, infección o sospecha de pancreatitis. Como complemento, se puede necesitar una prueba de imagen que nos muestre signos de obstrucción del colédoco o, mejor, que evidencie cálculos en el colédoco. Para ello, la prueba más sencilla e inocua es la ecografía de abdomen, que en un porcentaje significativo nos confirma el diagnóstico. Sin embargo, esta prueba puede pasar por alto el diagnóstico y, si se mantiene la sospecha le realizaran alguna de estas 2 exploraciones:
- Resonancia magnética de la vía biliar: permite prácticamente en todos los casos confirmar el diagnóstico. Esta prueba es más costosa y precisa de una mayor colaboración del paciente al realizarla.
- Ecoendoscopia: en esta prueba se obtiene la imagen del colédoco mediante un endoscopio especial que realiza una ecografía desde el interior del estómago y duodeno, permitiendo visualizar el colédoco y la existencia de coledocolitiasis de forma nítida, sin interferencias. Esta exploración, al tener un componente endoscópico, es invasiva, molesta y requiere sedación del paciente.
La coledocolitiasis requiere un tratamiento relativamente urgente según la forma de presentación y evolución, principalmente si está presente el componente de infección (colangitis). En la actualidad, existen diferentes estrategias diagnósticas y terapéuticas para abordar la coledocolitiasis, en un intento de que los pacientes con esta afección se beneficien también de un abordaje mínimamente invasivo. Sin embargo, no existe consenso respecto a cuál es el algoritmo de diagnóstico y tratamiento de la litiasis de la vía biliar principal que pueda considerarse el patrón oro o gold standard, y el manejo de esta enfermedad depende hoy día de la experiencia y las posibilidades de disponibilidad tecnológica de cada grupo de trabajo.
El tratamiento más frecuentemente realizado en nuestro país para el manejo de la coledocolitiasis es la colangiopancreatografía retrógrada endoscópica (CPRE), conlleva un riesgo no desdeñable de pancreatitis, hemorragia y perforación duodenal. En los últimos años se dispone de nueva información científica comparando el tratamiento quirúrgico más adecuado en pacientes con coledocolitiasis; dos etapas (CPRE y posterior colecistectomía laparoscópica) frente a una etapa (exploración laparoscópica de la Vía Biliar y colecistectomía). Las conclusiones de estos trabajos orientan hacia el tratamiento en una sola fase. La primera experiencia de litotricia láser en el tratamiento de cálculos se remonta al año 1983. Nuestro equipo lleva a cabo el tratamiento quirurgico de esta patología en un solo tiempo por via endoluminal, con una sola visita al hospital y eventualmente en régimen ambulatorio, utilizando la tecnologia laser (link a cirugía laser de la litiasis biliar) Mediante Abordaje Laparoscópico, o Robótico Da Vinci , con un resultado y recuperación postoperatoria muy similar a la colecistectomia laparoscopica simple, ofreciendo un proceso de recuperación similar.
Tumores de Recto
El cáncer del recto es un cáncer que comienza en la parte final del intestino grueso, el recto. Comienza al final del último segmento del colon y termina cuando llega al ano. El cáncer dentro del recto y el cáncer dentro del colon a menudo se denominan cáncer colorrectal. Mientras que los tumores del recto y de colon son similares en muchos aspectos, sus tratamientos son bastante diferentes. Esto se debe principalmente a que el recto se encuentra en un espacio estrecho, apenas separado de otros órganos y estructuras. El espacio reducido puede hacer que la cirugía para eliminar el cáncer del recto sea compleja.
En el pasado, la supervivencia a largo plazo para las personas con cáncer del recto era muy limitada, incluso después de un tratamiento extensivo. Gracias a los avances en el tratamiento en las últimas décadas, las tasas de supervivencia del cáncer del recto han mejorado mucho. Este tumor maligno puede crecer de manera local (invadiendo las capas de la pared del tubo digestivo y pudiendo alcanzar a los órganos contenidos en el abdomen), por diseminación linfática a los ganglios o por diseminación hematógena (a través de la sangre van preferentemente al hígado, pulmón, hueso y cerebro).
Los factores que pueden aumentar el riesgo de tener cáncer del recto son los mismos que los que aumentan el riesgo de tener cáncer de colon. Algunos de los factores de riesgo del cáncer colorrectal son los siguientes:
– Edad avanzada. El cáncer colorrectal se puede diagnosticar a cualquier edad, pero la mayoría de las personas con este tipo de cáncer son mayores de 50 años. La tasa de incidencia de cáncer colorrectal en personas menores de 50 años ha aumentado en los últimos años en probable relación con los hábitos dietéticos y el estilo de vida.
– Antecedentes personales de pólipos. El riesgo de presentar cáncer colorrectal es mayor en presencia de pólipos adenomatosos.
– Enfermedad intestinal inflamatoria. Las enfermedades inflamatorias crónicas del colon y del recto, como la colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn, aumentan el riesgo de tener cáncer colorrectal.
– Síndromes hereditarios que aumentan el riesgo de tener cáncer del recto. Los síndromes genéticos que se transmiten a través de las generaciones de la familia pueden aumentar el riesgo de tener cáncer de colon y cáncer del recto, como poliposis adenomatosa familiar y el síndrome de Lynch.
– Antecedentes familiares de cáncer colorrectal. Es más probable que desarrolle un cáncer colorrectal si alguno de sus padres, hermanos o hijos tiene cáncer de colon o cáncer del recto.
– Bajo consumo de verduras. El cáncer colorrectal podría estar asociado a una alimentación en la que se incorporen pocas verduras y mucha carne roja, sobre todo si la carne está bien cocida o demasiado cocida.
– Poco ejercicio. Si es una persona inactiva, asocia un alto riesgo de presentar cáncer colorrectal. Realizar actividad física con regularidad puede reducir el riesgo de contraer este cáncer.
– Diabetes. Las personas que no se controlan la diabetes tipo 2 de manera adecuada, presentan un mayor riesgo de tener cáncer colorrectal.
– Obesidad. El sobrepeso y la obesidad condicionan un mayor riesgo de tener cáncer colorrectal que las personas que se considera que tienen un peso saludable.
– Tabaquismo. El riesgo de desarrollar una neoplasia rectal es tanto mayor cuanto mayor es el consumo tabáquico.
– Consumo de alcohol. Beber más de tres bebidas alcohólicas a la semana con regularidad puede aumentar el riesgo de tener cáncer colorrectal.
– Radioterapia para tratar cánceres anteriores. La radioterapia dirigida al abdomen para tratar cánceres anteriores puede aumentar el riesgo de presentar cáncer colorrectal.
Los signos y síntomas del cáncer del recto incluyen los siguientes:
– Un cambio en los hábitos intestinales, como la diarrea, el estreñimiento o evacuaciones más frecuentes
– Sangre en las heces
– Heces estrechas
– Una sensación de que el intestino no se vacía por completo
– Dolor abdominal
– Pérdida de peso sin causa aparente
– Debilidad o fatiga
El cáncer del recto se puede encontrar durante un examen de detección de cáncer colorrectal. O se puede sospechar en base a los síntomas. Las pruebas y los procedimientos que se realizan para confirmar el diagnóstico son los siguientes:
– Uso de un endoscopio para examinar el interior del colon y el recto (colonoscopia). Para la colonoscopia, se utiliza un tubo largo y flexible (colonoscopio) conectado a una cámara de video y un monitor para ver el colon y el recto. Si se detecta cáncer en el recto, se examinara el resto del colon para buscar otras áreas sospechosas.
– Extracción de una muestra de tejido para analizarla (biopsia). Si se encuentran áreas sospechosas, se utilizarán instrumentos quirúrgicos a través del colonoscopio para tomar muestras de tejido (biopsias) para analizarlas y extirpar pólipos. La muestra de tejido se envía a un laboratorio para que la examinen médicos especializados en tejidos corporales (patólogos). Las pruebas pueden determinar si las células son cancerosas, si son agresivas y qué genes de las células cancerosas son anormales.
Para conocer el grado de extensión se realizan pruebas de imagen como la ecografía abdominal abdominopélvica, escáner de tórax y/o abdomen, resonancia magnética o una tomografía de emisión de positrones (PET).
El tratamiento del cáncer del recto suele consistir en una combinación de terapias. Cuando es posible, se utiliza la cirugía para extirpar la zona del recto afectada por tumor. Se pueden utilizar otros tratamientos, como la quimioterapia y la radioterapia, después de la cirugía para destruir cualquier célula maligna que haya quedado y reducir el riesgo de que el cáncer regrese.
Si preoperatoriamente se sospecha que no será posible extirpar completamente el tumor sin dañar estructuras y órganos cercanos, puede recomendarse una combinación de quimioterapia y radioterapia como tratamiento inicial. Estos tratamientos combinados pueden reducir el cáncer y facilitar su eliminación durante la intervención quirúrgica
Existen tres tipos de cirugía para esta patología:
– Resección anterior de recto. En tumores de recto alto se puede conservar el tramo final del recto. Si el tumor es más bajo, se extirpará todo el recto y se realizará una sutura del colon al ano (anastomosis coloanal). Nuestro grupo realiza esta intervención mediante Cirugía Robótica, Laparoscópica o transanal laparoscópica (TaTME), según las características del paciente y del tumor.
– Amputación abdominoperineal. Cuando el tumor está muy cerca del ano o infiltra el esfínter anal, se reseca todo el recto y el canal anal. El colon se exterioriza por la pared abdominal mediante colostomía permanente. Del mismo modo que en la intervención previamente descrita, nuestro grupo realiza esta intervención mediante Cirugía Robótica, Laparoscópica o transanal laparoscópica (TaTME), según las características del paciente y del tumor.
– Cirugía transanal y TEM (microcirugía transanal endoscópica). Si el tumor de recto está en una fase muy precoz, es factible la cirugía local a través del ano para extirpar sólo el tumor con un margen suficiente. Evita cirugías más agresivas y se realiza directamente a través del ano.
En los tumores avanzados, Estadio IV, diseminados en forma de Carcinomatosis Peritoneal, existen unas indicaciones muy concretas en las que pueden realizarse, tras un evaluación individualizada y específica, técnicas avanzadas de quimioterapia hipertérmica intrabdominal (HIPEC) o quimioterapia presurizada en forma de aerosoles (PIPAC).
Pólipos de colon
Un pólipo en el colon es una pequeña acumulación de células que se forma en el revestimiento del colon. La mayoría de los pólipos en el colon son inofensivos. Sin embargo, con el paso del tiempo algunos pólipos en el colon se pueden transformar en tumores malignos de colon. El riesgo de desarrollar pólipos colónicos aumenta en pacientes mayores de 50 años, con sobrepeso, fumadores, con antecedentes familiares de pólipos en el colon o cáncer de colon.
Los pólipos en el colon no suelen causar síntomas. Es importante hacer exámenes de detección regulares, como la colonoscopía, porque los pólipos en el colon que se encuentran en los primeros estadios pueden extirparse de manera segura y completa. La mejor prevención para el cáncer de colon es hacerse regularmente exámenes de detección y extripación de pólipos.
La mayoría de las personas con pólipos de colon no presenta ningún síntoma, sin embargo, algunas personas con experimentan:
– Sangrado rectal. Esto puede ser un signo de pólipos o cáncer de colon u otras afecciones, como hemorroides o fisuras en el ano.
– Cambio de color de las heces. La sangre se puede ver como líneas rojas en las heces o puede hacer que las heces se vean negras. Un cambio de color también puede ser causado por alimentos, medicamentos y suplementos alimenticios.
– Cambios en los hábitos intestinales. El estreñimiento o la diarrea que dura más de una semana puede indicar la presencia de un pólipo grande en el colon o cáncer. Sin embargo, otras diferentes afecciones también pueden causar cambios en los hábitos intestinales.
– Dolor. Un pólipo grande en el colon puede obstruir parcialmente los intestinos y generar dolor por un calambre abdominal.
– Anemia por deficiencia de hierro. El sangrado debido a pólipos puede producirse lentamente con el tiempo, sin sangre visible en las heces. La hemorragia crónica le quita al organismo el hierro necesario para producir la sustancia que le permite a los glóbulos rojos llevar el oxígeno a tu cuerpo (hemoglobina). El resultado es la anemia por deficiencia de hierro, que puede hacer que el paciente se sienta cansado y con dificultad para respirar.
La mayoría de los pólipos no causan síntomas. Los más grandes causan sangre en la materia fecal, pero hasta éstos son generalmente asintomáticos. Por lo tanto, la mejor manera de detectar pólipos es examinar a personas que no tengan síntomas. Entre los exámenes de detección se incluyen los siguientes:
– Colonoscopía, el examen más sensible para detectar pólipos y cáncer colorrectales. Si se encuentran pólipos, es posible que el endoscopista los extirpe de inmediato o tome muestras de tejido (biopsias) para su análisis.
– Colonoscopía virtual (colonografía por tomografía computarizada), un examen mínimamente invasivo que usa una tomografía computarizada para ver tu colon. Se requiere la misma preparación del intestino para la colonoscopía virtual y para la tradicional. Si durante la tomografía computarizada se encuentra un pólipo, será necesario repetir la preparación del intestino para hacer una colonoscopía y examinar y extirpar el pólipo.
– Pruebas de heces. Este tipo de prueba comprueba si hay sangre en las heces o evalúa el ADN de las heces en busca de evidencia de un pólipo o cáncer de colon. Si la prueba de heces es positiva, será preciso hacer una colonoscopía posteriormente.
La mayoría de los pólipos que se encuentren durante la colonoscopia se pueden eliminar por completo durante el procedimiento. Hay disponibles varias técnicas de eliminación; la mayoría involucra cortarlos con un alambre, con fórceps para biopsia y/o quemar la base de los pólipos con corriente eléctrica. A esto se llama resección de pólipos. Debido a que el revestimiento de los intestinos es insensible a los cortes o quemaduras, la resección de pólipos no causa molestias. Los pólipos resecados se examinan luego en el microscopio para determinar el tipo de tejido y para detectar cualquier tipo de cáncer. Si se elimina un pólipo grande o que se ve extraño, o se deja para una posible cirugía, el endoscopista podrá marcar el sitio inyectando pequeñas cantidades de tinta china en la pared del intestino. A esto se le llama tatuaje endoscópico.
En aquellos pacientes con pólipos de gran tamaño no subsidiarios de resección endoscópica, extirpaciones incompletas o criterios de malignidad que los hagan tributarios de una intervención quirúrgica, se realizará un resección intestinal limitada que nuestro equipo realiza mediante Cirugía Robótica, Laparoscópica Convencional o con mini-instrumentos.
NUESTROS PACIENTES OPINAN
Nuestro objetivo es alcanzar los mejores resultados cumpliendo las expectativas de nuestros pacientes
Me sometí a una cirugía asistida por robot por un tumor en el hígado. Sólo puedo agradecer el trato y el cariño del Dr. Jiménez de los Galanes durante todo el proceso
Un cirujano absolutamente espectacular. Me operó de un quiste hidatídico hace 11-12 años y fue todo a las mil maravillas.
Un trato inmejorable durante el año anterior de pruebas y tratamiento así como la operación.
En pocas ocasiones me he sentido tan bien atendido por un médico como él
Es un cirujano totalmente recomendable. En mi caso, me operó de piedras en la vesícula por el ombligo y estoy muy contenta